Con toda justicia Dios podría habernos abandonado a nuestra suerte. Podría habernos dejado como estábamos a fin de que cosecháramos el fruto de nuestro mal obrar y pereciéramos en nuestros pecados. Es lo que merecíamos. Pero no fue así como obró. Porque nos amaba, vino a buscarnos en la persona de Cristo. Nos siguió incluso hasta la desolada angustia de la cruz, donde llevó nuestro pecado, culpa, juicio y muerte. Solo un corazón duro, como de piedra, puede permanecer inconmovible ante un amor como
Page 111